lunes, 10 de marzo de 2014

El banco de abajo

Desde los besos en verano con el elefante rosa de las pipas, hasta los "que frío hace, ¿no?" del invierno, que buscaban más el roce que el abrazo y más el calor para ambos aunque yo te solía decir: "no, que me abriguen tus labios".

El banco de abajo fue testigo también de las primeras aventuras de unos jóvenes inexpertos que descubrieron que no había que ir tan lejos para ver cuevas inhabitadas.

Desde las más tiernas historias de besos que no se podían contar –allá tú si lo intentabas, hasta las historias que acabaron en gritos e insultos, comidas de cabeza, o en lágrimas que hasta el mismo banco soltaba.

Yo también tenía un banco,
ha cambiado de lugar y ciudad,  y yo de persona y de trabajo,
pero siempre está ahí, esperándonos en el parque de abajo.

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