viernes, 5 de abril de 2019

La ley del espejo: cómo funciona

Recuerdo cuando escuché por primera vez algo sobre la ley del espejo. Fue mientras estaba aprendiendo sobre el Eneagrama con una de las charlas de Borja Vilaseca, y me dio mucho que pensar. Básicamente se puede resumir en que no vemos a los demás como son ellos, sino como somos nosotros. De la misma forma, ellos no nos ven a nosotros mismos -nos cuesta hasta a nosotros vernos a nosotros mismos-, sino como ellos son. 

Photo by Alex Iby on Unsplash
Lo bueno de los espejos es que cada uno refleja absolutamente todo, miedos y temores incluidos, por lo cual ser consciente de esto supone una herramienta muy poderosa en el desarrollo personal. Yo me he dado cuenta de que hace falta un alto grado de humildad para ser capaz de dar un consejo y que eso de que "lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro" es completamente cierto. 

Así, la vida es una serie de interacciones en forma de espejos. Quizás las interacciones más importantes que vayas a tener en tu vida sean las que tengas con tus padres, con tu(s) pareja(s) y con tus hijos. ¡No quiero ni imaginarme cómo será cuando tenga un hijo! Si ya alucino con las interacciones en pareja, y no dejo de sorprenderme con mis padres, con niños tiene que ser una locura. Tiene que ser una transición hacia un viaje interior constante, hacia tu niño interior. 

Con todo el cariño del mundo hacia mi madre, voy a contar con/sin todavía su permiso un ejemplo anecdótico y gracioso que me sucedió el otro día hablando con ella por teléfono. Yo estoy ahora viviendo en Alemania y empecé a llorarle por teléfono porque estaba un poco estresado por toda la carga laboral que tenía encima. De repente, me dijo: ¡Pero no llores, no estés triste! A lo que yo le contesté: ¡Mira, mamá, bastante me cuesta llorar de por sí como para que encima me digas que no puedo llorar! ¡Permíteme llorar y soltarlo todo porque me viene genial! Y recuerdo que después de llorar un poco, hablar del tema y luego de otra cosa, me sentí mucho mejor.

Aquel día en el que se retrató la imposibilidad de mi madre para permitirse a sí misma expresar una emoción "negativa", como es la tristeza, aprendí muchas cosas. Todos tenemos una mochila que cargamos con nosotros, y somos como somos. No somos perfectos, por mucho que a mí me sigue costando aceptar que no podamos llegar a serlo (y es la causa de tantísimo sufrimiento en mi vida). Pero todos lo hacemos lo mejor posible con lo que tenemos. Y eso es más que suficiente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario