viernes, 13 de abril de 2018

La generación volátil

Buscamos constantemente que el corazón no nos lata tan rápido porque nos asusta la velocidad. Es curioso, ¿verdad? Nos aterra la velocidad, pero nos dejamos llevar por ella en la cotidianidad de nuestras rutinas. Organizamos nuestra vida hasta el último detalle porque nos aterra no tenerlo todo controlado. ¿Cómo hemos llegado hasta ese punto en el que huimos en dirección contraria a la incertidumbre? Arriesgarse ya no entra en nuestro idiolecto, en nuestro lexicón mental. ¿Acaso aferrarse a la rutina castigadora es sinónimo de bienestar? ¿Se puede ser feliz sin tintes de incertidumbre en la vida? Ten miedo. No te puedo decir que no lo tengas porque te estaría engañando. Al fin y cabo, el miedo es una barrera que se escapa de tu control, necesaria para avanzar en algún aspecto de tu vida.

Buscamos constantemente la perfección en todo lo que nos rodea. Somos termómetros humanos definidos por imágenes bombardeadas que una sociedad líquida e influyente nos impone a diario. Nos aterra esperar. La paciencia es más virtud ahora que nunca y el tiempo está considerado mejor moneda de cambio que el bitcoin. ¿Cómo hemos llegado a no aceptar el aburrimiento como parte de la vida? ¿Cuándo hemos decidido que no nos podemos sentir tristes porque tenemos que "estar" perfectos en todo momento? Autoexigirse estar siempre al 100 % es básicamente condenarte a llevar una vida luchando contra tus emociones y contra ti mismo.

No paramos de escuchar que formamos parte de la generación de las carencias afectivas y, por qué no, de la generación que no quiere relaciones. Las dudas, los miedos, las exigencias, los ideales perfeccionistas y la impaciencia impregnan nuestras relaciones afectivas. Volatilizamos relaciones de pareja a la primera de cambio. No creo exagerar si digo que somos posiblemente la generación más inmadura emocionalmente hasta la fecha.

Si has despertado de ese letargo en el que estabas sumido, ya sabes lo que hacer: no dejes que esta vorágine de pensamientos, esta oleada de miedos y esas ganas de tenerlo todo controlado puedan contigo. ¿Sabes lo liberador que es a veces dejarse llevar por los caudales de la incertidumbre y no saber a dónde llegar?

No ames deprisa, ama despacio.
Perder el miedo es aceptar perder el control.
Y sobre todo: deja de pensar tanto la vida y vívela.

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