y yo
acostumbrado a mi burbuja de ladrillo y cemento.
Empecé con
sonrisa radiante,
y lo dejé
todo para vivir en la calle.
quise
comerme el mundo,
y el mundo
me comió en un segundo.
No es culpa
de la ansiedad,
cuando eres
tú quien tiene en la cabeza un planeta mental.
No es culpa
de que tú te ahogues solo con ver el mar,
pues hay gente
que toma pastillas para no soñar.
Mi último
remedio es vivir a escondidas de la mente,
y con un
poco de ganas y pasando de la gente,
quizá con el
paso del tiempo sea más que suficiente.
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